Cada vez son más las propuestas que ofrecen apoyos para que este colectivo pueda acceder al mundo sexual y afectivo

Cuando se etiqueta a las personas a partir de la dicotomía “capacidad” o “incapacidad”, se les clausura la posibilidad de afirmarse como sujetos sexuados y, con ello, plenos. Asunción Pié explica que “algunos cuerpos son leídos como erróneos a partir de una definición del ser humano fundada en un ideal, y quienes se alejan de ese ideal son inferiorizados y menospreciados. Estas diferencias se definen como indeseables, como una marca desacreditadora que cuestiona el valor de aquel sujeto”. “Se nos infantiliza continuamente y se nos piensa solamente como objetos de cuidado”, dice Antonio Centeno, miembro del Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID) y responsable del proyecto de asistencia sexual Tus manos, mis manos . Esto encuentra su correlato en la imagen que pueden construir sobre sí mismos. “La discapacidad se asocia a la asexualidad, y a veces es tan fuerte esta conciencia colectiva que la persona lo acaba creyendo, se siente poco merecedora de experimentar algo en ese terreno”, sostiene María Clemente, psicóloga clínica y sexóloga especializada en neurorehabilitación del Institut Guttmann y vicepresidenta de Tandem Team. Marc (su nombre está modificado para proteger el anonimato) sentía, hasta hace poco, que “no tenía ese derecho”. “Ese tema estaba muerto para mí”, dice. Tiene 29 años y hace seis su vida cambió radicalmente, después de que un accidente en moto lo dejara en estado de coma, con un traumatismo muy grave en el cerebro. Cuando despertó, sólo podía mover sus párpados, pero su conciencia estaba intacta. El tiempo le devolvió algo de movilidad y capacidad de habla, aunque todavía hoy siguen perjudicadas. Marc tiene mucho para decir, pero le cuesta comunicarse con un mundo que muchas veces no tiene la paciencia para que él pueda terminar de redondear las palabras. Hasta ahora, en su vida solo existían dos frases: “no” y “me da igual”. María Clemente explica que en estos casos “la inercia del entorno es acabar decidiendo y hablando por ti. Si no se respeta tu voz, es un tipo de violencia que te deshumaniza poco a poco, te va quitando tu dignidad como persona”.Más allá de los parámetros: los cuerpos “fallidos” son ocultados y asexuados
La diferencia como marca excluyente deja huellas aún más profundas en aquellos cuerpos donde se solapa con otras vulnerabilidades, como la cuestión de género y la discapacidad intelectual. “Nuestra dimensión sexual está mucho más ocultada, mientras que a los hombres se les fomenta más la independencia, que tengan estudios y un empleo, que tengan experiencias sexuales”, dice Soledad Arnau. En Tandem Team, lo ven constatado en la cantidad de mujeres que se acercan para solicitar servicios de asesoría sexual o de acompañamiento: constituyen menos del 10% en comparación con los varones. En una sociedad que produce ciertos ideales, roles y funciones a los que debieran ajustarse las mujeres para afirmar su valor, la discapacidad opera como una ruptura radical con esa norma. La presidenta de la Associació Dones No Estàndards Carme Riu Pascual, afirma que “todas las mujeres tenemos claro qué modelo de mujer deberíamos seguir para ser deseadas: ser delgadas, altas, blancas, etc. Las mujeres con discapacidad estamos más alejadas que otras de ese modelo, estamos más lejos de ese patrón, y por eso vamos a ser más discriminadas”. Asunción Pié entiende que las personas con diversidad intelectual también constituyen uno de los grupos más subalternizados, debido a “las dificultades que este colectivo tiene para defender sus derechos en primera persona y a la percepción social de que sus vidas valen todavía menos”. Por su parte, Gemma Deulofeu considera que la sexualidad en estas personas “va todavía mucho más atrás, estamos hablando de personas que no tienen una intimidad, una oportunidad de relacionarse entre iguales, de tomar decisiones en su vida”. Cuando confluyen estas vulnerabilidades, se puede dar lugar a ciertas prácticas que anulan la capacidad de decisión sobre el propio cuerpo, como la de la estirilización forzosa, normalizada en algunos centros o residencias. “Es la forma más clara que toma la represión de la sexualidad y la vulneración de este derecho”, dice Pié. Tanto Pié como Deulofeu señalan que esta práctica muchas veces puede ser la puerta de entrada para situaciones de abuso, ya que al eliminarse el riesgo de embarazo, el asesoramiento sexual no es el mismo y las posibilidades de ocultamiento aumentan. Aunque “cuando parte de una decisión de la propia persona, puede tener ventajas como evitar embarazos no planificados, es un problema cuando se practica de manera engañosa, omitiendo información, como una práctica eugenésica”, advierte Deulofeu.Aún más lejos de la norma
Hace unos meses empezaron a despertar cosas nuevas en Marc. Dejó de vivir en casa de sus padres para pasar a un piso tutelado, donde personas con diversidad pueden llevar una vida de mayor autonomía con los apoyos específicos que requieran. La emancipación trazó fisuras en un mundo que, hasta ahora, sentía clausurado. Aparecieron nuevas inquietudes, como el tema sexo afectivo. Una enfermera le comentó acerca del acompañamiento íntimo y erótico, y él escribió un correo a Tandem Team. Lo conectaron con Julia, con quien tuvo un encuentro. “Para mí fue como revivir, volver a sentirme persona”, explica Marc. Julia, su acompañante, cree que “él solamente necesitaba un empujón, sentirse capacitado para estar con una chica, saber que van a aceptar su cuerpo. Por eso, después de ese único encuentro que tuvimos, me dijo que para él ya era suficiente”.La sexualidad como puerta hacia la inclusión
Los documentales “Yes We Fuck” (2015) y “Jo també vull sexe!” (2016) volvieron visibles ciertas prácticas sexuales no hegemónicas, al recorrer desde la asistencia sexual, el acompañamiento íntimo y erótico, el post-porno y la juguetería erótica, para mostrar que el repertorio de “lo posible” en torno al sexo puede ser mucho más amplio de lo que se cree. “Yes We Fuck”, retrata la figura de la asistencia sexual a través de la experiencia de Soledad Arnau. Allí, su asistente sexual aparece como alguien cuyas manos recorren el cuerpo de Soledad de las maneras que ella le indica que lo haga. Le dice dónde desea una caricia, cuándo quiere que sujete su brazo y lo extienda para que su mano pueda llegar allí donde sola no podría. Para ella, al igual que con un asistente personal, esta figura le permite derribar límites. “Su labor como asistente sexual es llegar ahí donde yo no puedo llegar. Quiero tener los mismos límites que cualquier otro”, dice Soledad a La Vanguardia.Ampliar los márgenes de lo posible




La mayor polémica en torno a este tipo de figuras es si constituyen o no un trabajo sexual. Mientras que en ciertos países como Alemania, Dinamarca, Holanda, Suiza o Bélgica la asistencia sexual no sólo está legalizada sino en algunos casos también considerada un servicio de salud pública, en España es “alegal”, es decir, que no está regulada legalmente y, por tanto, no genera responsabilidades públicas. “Cuando se habla del derecho a la sexualidad no se tiene en cuenta las formas minoritarias de autonomía, que no sólo requieren de educación sexual como el resto, sino también de políticas públicas que garanticen esos apoyos específicos”- sostiene Antonio Centeno. Él identifica “un mal cruce de estigmas. El del trabajo sexual y el de las personas con diversidad, que se nos supone seres asexuales”. Sin embargo, cree que esta bifurcación contiene un gran potencial político: “al final se trata del derecho a que tu cuerpo sea tuyo, que defendemos desde ambos colectivos”.¿Apoyo sexual, trabajo sexual?


El acompañamiento fue para Julia un puente para descubrir que “el sexo no es penetración y listo, porque muchas veces las afectaciones físicas hacen que tengas que llevar el erotismo a otra parte, y a lo mejor no tienes sexo como se entiende mayoritariamente”. Así, se presenta el desafío de trazar un mapa para identificar dónde se ubican los puntos de sensibilidad, de placer, y estimularlos de diversas formas. “Hay muchas maneras” -explica- “desde algún masaje en la cabeza, las orejas, los pies, que te soplen, que te pasen una pluma, algún aceite, utilizar juguetes”. Elena/Urko (pide que se citen ambos nombres de esta manera) es activista postporno y ha fundado del grupo Post Op, que busca “visibilizar cuerpos, sexualidades y prácticas no normativas” a través de performances, talleres y diversas formas de acción directa. Actualmente, su producción se centra en cuestiones de sexualidad y diversidad, porque encontraron que “las prácticas postporno podían funcionar muy bien en personas con otras sensorialidades, sensibilidades y movilidades. En las personas que se salen de los parámetros de normalidad corporal, aquello que se veía como un problema es una oportunidad para experimentar prácticas y sensaciones distintas”.La diversidad sexual como oportunidad y no como problema


Escrito y publicado por Abril Phillips el 20 de enero de 2019 para La Vanguardia.
Fuente original: La Vanguardia