Las setas que contienen psilocibina, un alcaloide capaz de alterar el sistema nervioso central, han sido utilizadas durante milenios por culturas indígenas de América en rituales espirituales y terapéuticos. Existen evidencias arqueológicas que demuestran su uso como fármacos sacramentales desde hace más de tres mil años.
En el siglo XX, especialmente en las décadas de 1950 y 1960, despertaron el interés de la ciencia occidental por su potencial psicodélico y terapéutico, siendo Albert Hofmann quien logró aislar y sintetizar químicamente estos compuestos. Actualmente, aunque su consumo entre jóvenes es menos frecuente que el de cannabis o alcohol, ha crecido en contextos de exploración personal, festivales y prácticas como la microdosificación.
Investigaciones recientes exploran su uso controlado en el tratamiento de depresión, ansiedad y adicciones, pero esto no implica que su consumo recreativo sea seguro, ya que puede conllevar riesgos psicológicos y legales importantes.