PSICOFÁRMACOS

INTRODUCCIÓN

Los psicofármacos son medicamentos que actúan sobre el Sistema Nervioso Central, específicamente en el cerebro, y se utilizan en el tratamiento de diversos trastornos de la salud mental, tanto agudos como crónicos.

Su desarrollo comenzó a mediados del siglo XX, cuando se descubrieron los primeros antipsicóticos y antidepresivos, marcando un antes y un después en la psiquiatría moderna al permitir tratar síntomas que hasta entonces eran intratables.

Pueden clasificarse en 5 grandes grupos según su efecto y uso:

  1. antidepresivos, que regulan el estado de ánimo y la ansiedad;
  2. ansiolíticos o tranquilizantes, que disminuyen la tensión y producen sedación;
  3. antipsicóticos o neurolépticos, indicados en trastornos psicóticos y episodios de descontrol emocional;
  4. estabilizadores del ánimo, utilizados principalmente en el trastorno bipolar;
  5. estimulantes, que aumentan la atención y la actividad física, como en el tratamiento del TDAH.

Además, se distinguen por su efecto sobre el SNC: los estimulantes activan y potencian su funcionamiento, mientras que los depresores lo disminuyen, modulando la actividad cerebral según la necesidad terapéutica.

TIPOS DE PSICOFÁRMACOS

1. Antidepresivos

  • Función: Tratan los trastornos del estado de ánimo, como depresión, ansiedad generalizada y algunos trastornos obsesivo-compulsivos.

  • Mecanismo de acción: Modulan neurotransmisores como la serotonina, noradrenalina y dopamina en el cerebro.

  • Ejemplos:

    • Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS): fluoxetina, sertralina.

    • Inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN): venlafaxina, duloxetina.

    • Antidepresivos tricíclicos y monoaminooxidasa (MAOIs).

  • Riesgos y efectos secundarios: Alteraciones gastrointestinales, insomnio, cambios de peso, efectos sexuales y, en algunos casos, aumento de la ansiedad al inicio del tratamiento.

 

2. Ansiolíticos o tranquilizantes

  • Función: Reducen la ansiedad, la tensión y los síntomas de hiperactividad psicomotora.

  • Mecanismo de acción: Depresores del SNC, potenciando la acción del neurotransmisor GABA, lo que produce relajación y sedación.

  • Ejemplos: Benzodiacepinas como diazepam, lorazepam y alprazolam.

  • Riesgos: Dependencia, tolerancia, somnolencia excesiva, disminución de la coordinación motora y riesgo de sobredosis en combinación con alcohol u otros depresores.

 

3. Antipsicóticos o neurolépticos

  • Función: Tratamiento de trastornos psicóticos (como esquizofrenia), trastorno bipolar y algunos cuadros de agresividad o descontrol emocional.

  • Mecanismo de acción: Bloquean receptores de dopamina y, en algunos casos, de serotonina, modulando la actividad cerebral que genera delirios, alucinaciones o agitación.

  • Ejemplos: Haloperidol, risperidona, quetiapina, olanzapina.

  • Riesgos: Movimientos involuntarios, rigidez muscular, aumento de peso, alteraciones metabólicas, sedación.

 

4. Estabilizadores del ánimo

  • Función: Prevención de episodios de manía o depresión en trastorno bipolar y, en algunos casos, en trastornos de personalidad o depresiones resistentes.

  • Mecanismo de acción: Modulan neurotransmisores como dopamina y glutamato, estabilizando la actividad cerebral.

  • Ejemplos: Carbonato de litio, valproato sódico, lamotrigina.

  • Riesgos: Toxicidad en sobredosis, alteraciones renales o hepáticas, temblores, sedación.

 

5. Estimulantes

  • Función: Aumentan la atención, concentración y actividad física; indicados principalmente en TDAH y narcolepsia.

  • Mecanismo de acción: Incrementan la liberación de dopamina y noradrenalina en el cerebro, potenciando la actividad del SNC.

  • Ejemplos: Metilfenidato, anfetaminas, lisdexanfetamina.

  • Riesgos: Insomnio, pérdida de apetito, aumento de la presión arterial y frecuencia cardíaca, dependencia y abuso.

COMPOSICIÓN Y PRESENTACIÓN

Los psicofármacos son compuestos químicos diseñados para actuar sobre el Sistema Nervioso Central y su composición varía según la familia y el efecto terapéutico que se busque.

  • Antidepresivos: suelen ser derivados de aminas, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) o los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN). Se presentan en tabletas, cápsulas o solución líquida para administración oral, y en algunos casos en inyecciones.

  • Ansiolíticos y sedantes: principalmente benzodiacepinas o derivados de ellas, actúan modulando los receptores GABA del cerebro. Se encuentran en tabletas, cápsulas, gotas orales y, ocasionalmente, en formulaciones inyectables.

  • Antipsicóticos o neurolépticos: incluyen compuestos como la clorpromazina, risperidona o quetiapina. Se presentan en tabletas, cápsulas, líquidos, supositorios e inyecciones de liberación prolongada para tratamiento a largo plazo.

  • Estabilizadores del ánimo: como el litio o algunos anticonvulsivantes utilizados con este fin, se encuentran en tabletas, cápsulas, soluciones líquidas y comprimidos de liberación prolongada.

  • Estimulantes: anfetaminas o derivados de metilfenidato, indicados principalmente en el TDAH, se presentan en tabletas, cápsulas, soluciones orales o formulaciones de liberación prolongada, con dosificaciones muy precisas debido a su potente efecto sobre el SNC.

En general, la presentación de los psicofármacos está diseñada para facilitar su administración segura y permitir un ajuste controlado de la dosis según la respuesta del paciente y las indicaciones médicas. Además, aunque algunas formulaciones puedan parecer similares a medicamentos de venta libre, su composición química específica y su dosificación controlada los hacen sustancias reguladas y bajo prescripción.

RIESGOS, TOLERANCIA Y DEPENDENCIA

El consumo de psicofármacos siempre debe realizarse bajo supervisión médica, ya que un uso inadecuado puede generar efectos adversos significativos sobre el Sistema Nervioso Central y otros órganos. Entre los riesgos más frecuentes se incluyen somnolencia excesiva, alteraciones cognitivas y de la memoria, mareos, cambios de presión arterial, problemas gastrointestinales y, en algunos casos, alteraciones del ritmo cardíaco. Además, pueden presentarse síntomas específicos según la familia de psicofármacos, como agitación o insomnio con estimulantes, o disminución de la actividad psicomotora con depresores del SNC.

Uno de los principales peligros del uso de psicofármacos se encuentra en las interacciones con otras sustancias. Estas interacciones pueden potenciar los efectos depresores o estimulantes del sistema nervioso, generando situaciones de riesgo grave. Por ejemplo:

  • Ansiolíticos y sedantes (como benzodiacepinas): cuando se combinan con alcohol, opioides u otras drogas depresoras, se incrementa el riesgo de depresión respiratoria, sedación profunda, pérdida de conciencia e incluso muerte. La mezcla con estimulantes puede enmascarar la fatiga, favoreciendo el consumo excesivo de sustancias y la aparición de efectos cardiovasculares peligrosos.

  • Antidepresivos: combinados con alcohol o drogas estimulantes, pueden aumentar la ansiedad, la agitación o los trastornos del sueño. Algunas mezclas también pueden inducir el síndrome serotoninérgico o potenciar los efectos depresores de los fármacos y del alcohol.

  • Antipsicóticos y estabilizadores del ánimo: al combinarse con alcohol u otras drogas, pueden potenciar la sedación y alterar la coordinación motora, aumentando el riesgo de accidentes.

 

Riesgos relacionados con la tolerancia y la dependencia

 

Algunos psicofármacos, especialmente los ansiolíticos y sedantes, tienen un alto potencial de dependencia y tolerancia. Con el uso continuado, el organismo se adapta a sus efectos, por lo que se requieren dosis progresivamente mayores para lograr el mismo efecto terapéutico o sedante. Esto puede derivar en dependencia física y psicológica, haciendo difícil interrumpir el consumo sin experimentar síntomas de abstinencia, que incluyen ansiedad intensa, insomnio, temblores, irritabilidad y en casos graves convulsiones.

Otros psicofármacos, como los antidepresivos, generan menor riesgo de dependencia física, pero su suspensión brusca puede causar efectos de rebote o síndrome de discontinuación, por lo que siempre se recomienda la retirada gradual bajo supervisión médica.