El consumo de psicofármacos siempre debe realizarse bajo supervisión médica, ya que un uso inadecuado puede generar efectos adversos significativos sobre el Sistema Nervioso Central y otros órganos. Entre los riesgos más frecuentes se incluyen somnolencia excesiva, alteraciones cognitivas y de la memoria, mareos, cambios de presión arterial, problemas gastrointestinales y, en algunos casos, alteraciones del ritmo cardíaco. Además, pueden presentarse síntomas específicos según la familia de psicofármacos, como agitación o insomnio con estimulantes, o disminución de la actividad psicomotora con depresores del SNC.
Uno de los principales peligros del uso de psicofármacos se encuentra en las interacciones con otras sustancias. Estas interacciones pueden potenciar los efectos depresores o estimulantes del sistema nervioso, generando situaciones de riesgo grave. Por ejemplo:
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Ansiolíticos y sedantes (como benzodiacepinas): cuando se combinan con alcohol, opioides u otras drogas depresoras, se incrementa el riesgo de depresión respiratoria, sedación profunda, pérdida de conciencia e incluso muerte. La mezcla con estimulantes puede enmascarar la fatiga, favoreciendo el consumo excesivo de sustancias y la aparición de efectos cardiovasculares peligrosos.
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Antidepresivos: combinados con alcohol o drogas estimulantes, pueden aumentar la ansiedad, la agitación o los trastornos del sueño. Algunas mezclas también pueden inducir el síndrome serotoninérgico o potenciar los efectos depresores de los fármacos y del alcohol.
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Antipsicóticos y estabilizadores del ánimo: al combinarse con alcohol u otras drogas, pueden potenciar la sedación y alterar la coordinación motora, aumentando el riesgo de accidentes.
Riesgos relacionados con la tolerancia y la dependencia
Algunos psicofármacos, especialmente los ansiolíticos y sedantes, tienen un alto potencial de dependencia y tolerancia. Con el uso continuado, el organismo se adapta a sus efectos, por lo que se requieren dosis progresivamente mayores para lograr el mismo efecto terapéutico o sedante. Esto puede derivar en dependencia física y psicológica, haciendo difícil interrumpir el consumo sin experimentar síntomas de abstinencia, que incluyen ansiedad intensa, insomnio, temblores, irritabilidad y en casos graves convulsiones.
Otros psicofármacos, como los antidepresivos, generan menor riesgo de dependencia física, pero su suspensión brusca puede causar efectos de rebote o síndrome de discontinuación, por lo que siempre se recomienda la retirada gradual bajo supervisión médica.