CANNABIS

INTRODUCCIÓN

La cannabis sativa es una planta que lleva acompañando a la humanidad desde hace miles de años. Originaria de Asia, se sabe que ya en la antigüedad se utilizaba la fibra de cañamo tanto para fabricar telas, cuerdas y aceites como con fines medicinales y rituales.

Con el tiempo, su cultivo se expandió por todo el mundo, convirtiéndose en una fuente versátil de recursos como el cáñamo. Además, contiene distintos compuestos llamados cannabinoides, entre los que destacan el THC y el CBD.

El THC (tetrahidrocannabinol) es el principal responsable de los efectos psicoactivos de la planta, es decir, de las sensaciones de alteración en la percepción, el ánimo o la memoria. En cambio, el CBD (cannabidiol) no produce esos efectos y se ha investigado sobre todo por sus posibles aplicaciones terapéuticas, como la reducción de la ansiedad, el dolor o la inflamación.

COMPOSICIÓN Y PRESENTACIÓN

El cannabis contiene muchos compuestos, entre ellos los cannabinoides, que determinan sus efectos. El más conocido es el THC, que provoca los efectos psicoactivos (alteraciones en la percepción, el ánimo o la memoria). Otro importante es el CBD, que no coloca y se relaciona con efectos relajantes. La proporción de estos compuestos cambia según la planta, el clima, el cultivo o la parte utilizada, lo que hace que los efectos varíen.

Las formas de presentación más habituales son:

  • Marihuana: flores y hojas secas de la planta, con un 6-14% de THC.

  • Hachís: resina prensada de los cogollos, con un 10-20% de THC; puede estar adulterado con otras sustancias.

  • Aceite de cannabis: concentrado líquido de resina con disolventes, con los niveles más altos de THC (15-60%).

  • Cannabinoides sintéticos: si bien no son sustancias de la propia planta, estos cannabinoides son sustancias químicas creadas en laboratorio que buscan imitar los efectos del THC (y eludir la ley y controles sobre esta sustancia). Suelen encontrarse en mezclas para fumar conocidas como “spice” o “K2”. Son mucho más potentes e impredecibles, con mayores riesgos para la salud.

VÍAS DE ADMINISTRACIÓN

El cannabis se puede consumir por distintas vías:

  • Fumada: cigarrillos (porros) o pipas, efecto rápido (2–10 min), duración 2–4 h. Riesgo de daño respiratorio.
  • Vapeada: calienta el cannabis sin quemarlo, menos tóxico para pulmones.
  • Oral: comestibles o aceites, efecto más tardío (30–120 min) y más prolongado (6–8 h), dosis más difícil de controlar.
  • Tópico: no produce efecto psicoactivo, se usa para dolores locales.

Hay que tener en cuenta que no hay dos porros iguales. Los efectos varían dependiendo de múltiples factores: la cantidad, la concentración de principios activos, el tipo de planta, la forma de fumar, si se trata de personas experimentadas o no, etc.

La concentración promedio de THC en un porro oscila entre los 5 mg y 150 mg de éstos entre 0,25 mg y 30 mg pasarían a la sangre. En consumidores ocasionales, bastan de 2 a 3 mg para producir un efecto breve.

EFECTOS DESEADOS Y RIESGOS

El cannabis es un depresor del SNC, aunque dependiendo la concentración de principios activos puede presentar efectos de distoricón de la percepción de la realidad y también del orden de los depresores.

  • Efectos físicos: boca seca, sed, enrojecimiento de ojos, aumento del apetito (sobre todo hacia alimentos dulces), broncodilatación, pérdida de coordinación corporal y lentitud de reflejos, taquicardia como consecuencia de un descenso de la presión arterial, dolores de cabeza.
  • Efectos psicológicos: con el consumo de hachís y a dosis bajas – moderadas (dependiendo del tipo de consumidor) se pueden conseguir estados de bienestar, relajación, incremento de la sociabilidad, desinhibición, risa fácil (hilaridad), facilidad de palabra (locuacidad), alteraciones de la percepción (temporal y sensorial), y mayor sensibilidad a los estímulos. Reducción de la capacidad de concentración y alteración de la memoria inmediata. 

 

Riesgos asociados al consumo de cannbis

 

  • La mezcla de hachís con tabaco tiene también todos los riesgos derivados del consumo de tabaco.
  • Problemas en el sistema respiratorio: bronquitis, laringitis, asma.
  • Hormonas y reproducción: pérdida de la líbido, desajustes menstruales, anomalías en la movilidad y en la cantidad de los espermatozoides.
  • La posesión y consumo en lugares públicos está penado por la Ley.

 

Tolerancia y riesgo de dependencia:

 

El consumo frecuente de cannabis puede generar tolerancia, lo que significa que el cuerpo se adapta al tetrahidrocannabinol (THC), el principal componente psicoactivo de la planta. Como resultado, se requieren dosis cada vez mayores para experimentar los mismos efectos, lo que puede intensificar los riesgos físicos y psicológicos asociados.

Aún así, el  potencial adictivo de esta sustancia continúa siendo un tema controvertido. Diversos autores han sugerido que los derivados del cannabis no producen dependencia física, mientras que otros han descrito la aparición de ciertos signos de abstinencia en consumidores de dosis con altas concentraciones en THC. A su vez, diversos estudios clínicos indican que el síndrome de abstinencia en consumidores de grandes dosis de cannabis no se presenta con una sintomatología severa. El signo que más frecuentemente se presenta es la irritabilidad, anorexia e insomnio pero no se llegan a presentar ningún síndrome abstinencial orgánico. El síndrome de abstinencia no es lo suficientemente severo como para alterar significativamente la vida cotidiana del individuo. La severidad de la abstinencia dependerá de la dosis, la frecuencia y la duración del uso de la sustancia.

A pesar de todo lo aneterior, ante el posible riesgo de desarrollar dependencia, esta se caracteriza por:

  • Necesidad compulsiva de consumir cannabis.
  • Dificultad para controlar el consumo.
  • Síntomas de abstinencia como irritabilidad, insomnio y ansiedad.
  • Impacto negativo en la vida social, académica o laboral.
REDUCCIÓN DE RIESGOS
  1. Evitar fumar con tabaco: mezclarlo aumenta la adicción a la nicotina y el daño pulmonar.

  2. Usar métodos de consumo más seguros (vaporizadores de hierba seca, aceites regulados) en lugar de pipas improvisadas o productos de origen desconocido.

  3. No compartir porros, pipas o vaporizadores para reducir el riesgo de contagios (herpes, infecciones respiratorias).

  4. Comer o beber antes de consumir para evitar mareos o bajadas de tensión.

  5. Mantenerse hidratado durante y después del consumo.

  6. Guardar cannabis y comestibles en envases cerrados y fuera del alcance de menores o mascotas.

  7. Evitar consumir en contextos de alta carga emocional o cuando se está pasando por momentos de ansiedad o depresión intensos.

  8. Si se consumen comestibles, hacerlo en lugares seguros, acompañados y planificando que los efectos pueden durar varias horas.

  9. Respetar pausas de consumo para reducir la tolerancia y el riesgo de dependencia.

  10. Conocer el producto: informarse sobre la potencia (% de THC y CBD) y el tipo de preparación antes de usarlo.

  11. Si consumes alcohol, evita combinarlo con cannabis si tienes tendencia a la ansiedad, mareos o vómitos.

  12. Si consumes psicodélicos como LSD, setas u otros, evita consumir cannabis, ya que puede intensificar la experiencia. Evita la mezcla si tienes antecedentes de ansiedad, paranoia o psicosis.

  13. Si consumes ketamina, evita altas dosis de ambas sustancias, ya que pueden generar desorientación.

  14. Si consumes estimulantes como cocaína, anfetamina u otros, evita dosis altas de cannabis, ya que la mezcla puede sobrecargar al corazón y al sistema nervioso.

  15. Si consumes MDMA/éxtasis, consume cannabis en la bajada, no en el pico del MDMA para evitar mareos, confusión.