El popper suele usarse buscando un subidón rápido y breve:
- A nivel físico produce vasodilatación, lo que genera una sensación de calor, enrojecimiento de la piel, cosquilleo y una breve sensación de euforia o mareo agradable. Suele ser consumido en contextos sexuales porque provoca relajación del esfínter anal y de la musculatura, lo que facilita alguna prácticas sexuales de riesgo, además de aumentar la excitación y la percepción de intensidad del orgasmo.
- A nivel psicológico se busca una sensación de desinhibición, de «aturdimiento» ligero y placer inmediato.
Sin embargo, junto a estos efectos aparecen otros menos deseados: dolor de cabeza, mareos, náuseas, bajadas de tensión, palpitaciones o desmayos, que pueden ser peligrosos si la persona está de pie o en movimiento. En el plano psicológico, el consumo puede causar confusión, desorientación momentánea, pérdida de concentración e incluso ansiedad en algunas personas.
Los riesgos aumentan si se combina con fármacos para la disfunción eréctil (como el sildenafilo/Viagra), ya que la suma de efectos vasodilatadores puede provocar una caída brusca de la presión arterial con riesgo de colapso.
Otro riesgo es el uso prolongado o reiterado, que puede causar irritación de las vías respiratorias, daños en la mucosa nasal y enrojecimiento ocular persistente. En casos extremos, inhalaciones intensas en espacios cerrados pueden llevar a hipoxia (falta de oxígeno), pérdida de conciencia y riesgo de accidentes.
Riesgos relacionados con la tolerancia y la dependencia
El consumo de popper no suele generar dependencia física ni un síndrome de abstinencia como ocurre con otras drogas, pero sí puede producir una cierta tolerancia, es decir, que con el uso frecuente los efectos placenteros (el “rush” inicial) se perciban cada vez menos intensos, lo que lleva a inhalar más seguido o en mayores cantidades.
Aunque no hay una adicción física reconocida, puede desarrollarse una dependencia psicológica, especialmente cuando se asocia a prácticas sexuales y/o al ocio nocturno, creando la sensación de que la experiencia no es igual sin el consumo.
Este patrón de uso repetido aumenta los riesgos de irritación de vías respiratorias, dolores de cabeza persistentes y bajadas de tensión peligrosas. En casos de abuso muy intensivo, el popper puede incluso afectar a la sangre provocando metahemoglobinemia, una alteración que dificulta el transporte de oxígeno y que puede tener consecuencias graves si no se atiende a tiempo.