LSD

INTRODUCCIÓN

La dietilamida del ácido lisérgico (LSD-25), conocida comúnmente como LSD o tripi, es una de las sustancias psicodélicas más emblemáticas y potentes.

Fue sintetizada por primera vez en 1938 por el químico suizo Albert Hofmann, a partir del cornezuelo del centeno, un hongo parásito que crece en cereales. No fue hasta 1943 que Hofmann descubrió accidentalmente sus intensos efectos enteogénicos, es decir, psicodélicos o alucinógenos.

En la década de 1970, el LSD se popularizó ampliamente gracias al movimiento contracultural, convirtiéndose en el centro de un auténtico “culto psicodélico”. A nivel médico, tuvo aplicaciones en el campo de la psiquiatría, donde se exploró su potencial terapéutico en el tratamiento de trastornos como la depresión, la ansiedad y las adicciones, aunque su uso clínico fue posteriormente restringido por razones legales y sociales.

En la actualidad, el LSD ha vuelto a despertar el interés científico. Investigaciones recientes han demostrado que, en contextos clínicos controlados, puede tener efectos positivos en personas con depresión mayor, trastornos de ansiedad y estrés postraumático, mostrando una acción serotoninérgica similar a la de los antidepresivos ISRS.

Este resurgimiento de estudios apunta a que el LSD podría convertirse en una herramienta terapéutica prometedora, aunque aún se requieren ensayos más amplios para confirmar su seguridad y eficacia a largo plazo.

COMPOSICIÓN Y PRESENTACIÓN

El LSD, como psicodélico clásico, actúa principalmente sobre los receptores de serotonina, generando intensas alteraciones en la percepción, el pensamiento y el estado emocional.

Suele presentarse en papel secante impregnado, cortado en pequeños cuadros conocidos como tripis, que a menudo llevan dibujos o diseños coloridos.

También puede encontrarse en forma líquidatabletascápsulas o incluso disuelto en azúcar o gelatina, especialmente en contextos de microdosificación.

Su potencia es muy alta, con dosis activas que comienzan desde los 50 hasta 150 microgramos, lo que significa que cantidades extremadamente pequeñas pueden producir efectos profundos.

Un aspecto importante a tener en cuenta es que no es posible detectar visualmente si un tripi es más o menos fuerte, lo que incrementa el riesgo de consumir una dosis excesiva sin saberlo. Por ello, el uso responsable y en contextos controlados es fundamental para reducir riesgos asociados a esta sustancia.

VÍAS DE ADMINISTRACIÓN

El LSD se administra principalmente por vía oral, y debido a su alta potencia, basta con dosis muy pequeñas para desencadenar efectos psicodélicos intensos.

La dosis habitual oscila entre 50 y 200 microgramos, aunque incluso cantidades mínimas pueden generar alteraciones profundas en la percepción, el pensamiento y el estado emocional.

Una característica importante es que no se puede determinar visualmente la potencia de un tripi, lo que incrementa el riesgo de consumir una dosis más alta de lo esperado.

EFECTOS DESEADOS Y RIESGOS

El LSD es un psicodélico que actúa sobre los receptores de serotonina, provocando alteraciones profundas en la percepción, el pensamiento y el estado emocional. Se presenta en papel secante (“tripis”), líquido, cápsulas o microdosis, y basta con dosis muy pequeñas (50‑200 µg) para generar efectos intensos. No se puede estimar la potencia visualmente, lo que aumenta el riesgo de consumir demasiado.

Tras la ingestión oral, los efectos comienzan entre 30 y 90 minutos, alcanzan su máximo entre 3 y 5 horas y pueden prolongarse hasta 8‑12 horas. Los efectos físicos incluyen dilatación de pupilas, aumento de frecuencia cardíaca y presión arterial, sudoración, temblores, boca seca y pérdida de apetito. Los efectos psicológicos comprenden alucinaciones, distorsión del tiempo y espacio, introspección, creatividad y cambios emocionales; también pueden aparecer experiencias espirituales o de conexión.

Los efectos son imprevisibles y dependen de dosis, personalidad, estado de ánimo y contexto. Pueden surgir experiencias negativas (“mal viaje”) con ansiedad, paranoia o pérdida de control, y existe riesgo de accidentes físicos o descompensaciones en personas con predisposición a trastornos mentales.

  • Riesgos relacionados con la tolerancia y la dependencia

Aunque el LSD no genera dependencia física, su uso repetido puede llevar al desarrollo de tolerancia rápida, lo que significa que, tras varios días de consumo consecutivo, se requieren dosis mayores para alcanzar los mismos efectos psicodélicos.

Esta tolerancia se desarrolla de forma cruzada (el uso repetido de una sustancia reduce la sensibilidad del organismo no solo a esa sustancia, sino también a otras que actúan sobre los mismos receptores o mecanismos neuroquímicos) con otras sustancias alucinógenas como la psilocibina o la mescalina, y suele revertirse tras unos pocos días de abstinencia.

Si bien el LSD no produce un síndrome de abstinencia físico, puede generar dependencia psicológica, especialmente en personas que buscan escapar de la realidad o repetir experiencias intensas.

El uso frecuente también puede aumentar el riesgo de efectos adversos como ansiedad, desorganización del pensamiento o episodios psicóticos, particularmente en personas con vulnerabilidad a trastornos mentales.

Por ello, aunque el LSD no sea adictivo en términos tradicionales, su consumo reiterado sin supervisión ni integración puede conllevar riesgos significativos para la salud mental y el bienestar emocional.

REDUCCIÓN DE RIESGOS

La manera más segura de no exponerte a los riesgos asociados al consumo de alcohol y otras drogas es no consumirlos. Pero si decides hacerlo, ten en cuenta estas recomendaciones para reducir posibles daños:

  1. Evitar consumo frecuente: Deja varios días o semanas entre experiencias.

  2. No consumir varias veces en pocos días: La tolerancia es cruzada con otros psicodélicos como psilocibina o mescalina.

  3. Dosis moderada y medida: Empezar con dosis bajas (50‑100 µg) y ajustar según la experiencia.

  4. Evitar mezclas: No combinar con alcohol, cannabis, estimulantes o depresores.

  5. Entorno seguro y acompañado: Lugar tranquilo, personas de confianza y alguien sobrio disponible.

  6. Preparación emocional y mental: Consumir con estabilidad emocional; evitar momentos de estrés o tristeza.

  7. Evitar actividades peligrosas: No conducir, nadar, manipular objetos cortantes ni tareas que requieran atención plena.

  8. Integración posterior: Reflexionar sobre la experiencia para procesarla y evitar consumos compulsivos.