Disforia de género

Según el DSM-V y el CIE-10 (clasificaciones internacionales de patologías), la define como aversión manifestada por el individuo a los propios genitales. El que algunas personas trans necesiten modificar sus genitales, tampoco implica necesariamente que los aborrezcan. Del mismo modo, un número muy apreciable de personas trans no sufren un grave conflicto con su genitalidad y no aprecian las ventajas de someterse a un cúmulo de operaciones plásticas de gran dureza y con resultados aún poco satisfactorios. El grado de “disforia” es variable, e incluso inexistente en muchas personas trans, dependiendo, en gran medida, de las presiones externas que hayan sufrido a lo largo de su vida entorno a su cuerpo y su identidad. No es sinónimo de transexualidad y, por tanto, un número creciente de países (España, Portugal, Argentina Hungría, Suecia, etc) y ante un número creciente de sociedades médicas, la cirugía genital no es considerada un requisito para reconocer la identidad a una persona transexual o concederle la rectificación registral de documentos. Gracias a la lucha de asociaciones LGBTI, la disforia de género ha dejado de ser considerada una enfermedad por parte de la OMS. Se considera «incongruencia de género» para que pueda constar en los manuales y así, quien quiera recibir tratamiento médico, lo pueda recibir.